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El RoboBee, desarrollado por el Laboratorio de Microrrobótica de Harvard, ha dado un nuevo salto tecnológico.
La Universidad de Harvard mejora el microrrobot con extremidades tipo grulla para lograr descensos controlados
Aunque ya podía volar como un insecto, ahora aterriza con una suavidad sin precedentes, gracias a patas inspiradas en la mosca grulla (típula).
El insecto posee largas extremidades articuladas que amortiguan el impacto al tocar el suelo, un modelo perfecto para resolver los desafíos del aterrizaje en un robot de tamaño milimétrico.
Rediseño para aterrizajes suaves en RoboBee
El equipo liderado por el profesor Robert Wood, y los investigadores Christian Chan y Nak-seung Patrick Hyun, publicó sus avances en Science Robotics. Incorporaron patas segmentadas y un nuevo controlador que desacelera al acercarse al suelo.
La combinación protege los delicados actuadores piezoeléctricos del robot, fundamentales para su vuelo pero vulnerables a impactos.

El problema del efecto suelo
Con apenas una décima de gramo y 3 cm de envergadura, RoboBee enfrentaba inestabilidad al aterrizar, causada por el “efecto suelo”: el aire turbulento generado por sus alas al acercarse a la superficie.
Antes, la única opción era apagar el robot en el aire y dejarlo caer.
Ahora, con control activo y extremidades flexibles, puede aterrizar en posición vertical y con precisión, incluso sobre hojas.
Biología aplicada a la robótica
La investigadora Alyssa Hernandez, experta en locomoción de insectos, ayudó a traducir observaciones biológicas en soluciones mecánicas.
Chan explicó que la similitud de escala entre la típula y RoboBee facilitó el rediseño.
Usaron datos del Museo de Zoología Comparada de Harvard para replicar la anatomía de las patas del insecto.
Hacia una versión autónoma con RoboBee
Aunque aún está conectado a sistemas externos, el objetivo es que RoboBee opere de forma autónoma, incorporando sensores, controladores y fuentes de energía integradas.
El desarrollo acercaría aplicaciones reales como monitoreo ambiental, rescate o polinización artificial.
Con esta investigación, RoboBee no solo vuela con destreza: ahora aterriza como un experto. La robótica aprende, una vez más, de la elegancia de la naturaleza.
Con información de Harvard.edu.
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